En esta entrada quiero comentar algo sobre la diversidad educativa de España, sobre todo en lo que respecta a lo lingüístico. A menudo se nos critica a los que hemos estudiado Filología Hispánica que nos centramos exclusivamente en la lengua y la literatura españolas, dejando de lado las otras lenguas y culturas peninsulares (Euskera, Catalán y Gallego). Esto no es cierto a día de hoy, la mayoría de las Facultades que imparten esta carrera a lo largo del mundo tienen varias asignaturas sobre estas otras lenguas y sus literaturas (bueno, en Valladolid no, pero hay que tener en cuenta que es muy difícil montar estas asignaturas, que rompen con la dinámica general).
Más importante aun que este hecho es el reconocimiento y difusión que tienen las literaturas gallega, vasca y catalana a día de hoy. Se han restablecido los clásicos de sus diversas tradiciones y se promociona a sus autores actuales. Uno de los hecho más significativos, en mi opinión, es que las dos antologías poéticas más importantes que se han editado recientemente recogen las diversidad de la producción española en su totalidad. Uno de ellos es la inmensa Mil años de poesía española, del catedrático y académico Francisco Rico (un tipo curioso), la cual abarca la inmensa riqueza de nuestra tradición desde la Edad Media hasta la actualidad. La otra es la alabada antología La cuarta persona del plural, del crítico y escritor Vicente Luis Mora, que recoge muchas de las aportaciones más valiosas de la poesía española desde 1978 hasta 2015. Os recomiendo mucho ambos libros para conocer más la poesía de ayer y de hoy.
Por cierto, si os interesa una antología de poesía universal, acaban de sacar una muy buena, Subir al origen : antología comentada de poesía occidental no hispánica, 1800-1941. Parte del Romanticismo y comenta todos los textos para ayudarnos a entender toda la riqueza de la lírica de este período.
Volviendo a nuestro tema, creo que existe a día de hoy una muy sana difusión de la realidad lingüística de España. No obstante, creo que una cosa es respetar, difundir y estudiar estas lenguas y otra ponerlas al mismo nivel que el español. Todas las lenguas del mundo, más de 6000, merecen el mismo respeto; aun así, es innegable que determinadas culturas han avanzado más que otras. La lengua de cada sociedad es reflejo de su grado de desarrollo como civilización, de ahí que en la actualidad se siga estudiando latín y griego, pues se trata de las dos lenguas más importantes de la tradición occidental, más que el inglés, el español o el francés, precisamente porque han dotado a estas de las palabras y conceptos que nos permiten comprender las realidades más complejas. En nuestro caso, el castellano era una lengua más entre todas las que surgieron tras la disolución del latín en dialectos pero acabó por extenderse por todo el mundo y hacerse la lengua mayoritaria en la Península Ibérica y en América. Ahí es cuando el castellano se convierte en español. Como el toscano se convirtió en el italiano y la lange d'oil se se transformó en el francés (y en estos países también existen otras lenguas: occitano, genovés, sardo, napolitano, véneto y un largo etcétera). Debemos aceptar que las lenguas nacionales son las mayoritarias y, por lo tanto, las más cómodas para la comunicación, nacional e internacional. Cuidemos todas las lenguas y difundamos su uso, pero no nos conviene negar la realidad en aras de defender una política regionalista; el español nos une con 572 millones de personas.
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