En clase hemos escuchado el testimonio de una madre que defendía la educación en casa. El documental recogía la perspectiva del profesor (la madre) y los alumnos (los hijos). Su apología de la educación casera me parecía optimista en exceso, el chaval hasta alardeaba de hablar cuatro idiomas: ucraniano, inglés, español y japonés. Mucho me cuesta creer este tipo de afirmaciones y más de un niño que nunca ha hecho un examen que demuestre sus capacidades. Conocer una lengua de verdad lleva muchos años, mucho esfuerzo y una gran constancia. Espero que no se confunda el conocimiento de una lengua con escupir unas pocas palabras. Como mucho será capaz de desenvolverse en ucraniano y español ya que son las lenguas que se hablan en su familia. Además de esto, los chavales también dominaban el piano, las matemáticas, la lectura, las ciencias naturales, la historia ¿Y qué más?
Me alegra que la madre no tenga otra cosa que hacer pero, por lo general, la gente debe trabajar para poder pagar la casa, los libros, el piano... Dudo mucho que deba recaer sobre un padre toda la responsabilidad de enseñar las múltiples disciplinas necesarias en la formación. En los institutos el profesor de cada asignatura es un especialista por algo, pues aquel que enseña debe dominar su materia, no simplemente saber un poco más que su alumno. Junto con esto, la formación institucionalizada garantiza un nivel de conocimientos factual, no intuitivo. Y tan preocupante como esto es la escasez de socialización que proporciona la educación en casa. Resulta muy difícil aprender a tratar con los demás en la edad adulta si no se tiene precedentes en la infancia.
La enseñanza es un trabajo muy serio y, como toda profesión seria, debe llevarla a cabo un especialista formado.

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