En clase hemos tratado los objetivos de la educación para la década 2010-2020, a nuestro grupo nos ha tocado reflexionar acerca de la educación en valores. Me resulta muy interesante comprobar que la mayoría de la gente está convencida de que es necesario educar en valores, pero ¿cuáles son esos valores? Claro, es muy fácil decir que hay unas crisis de valores, que los adolescentes y los jóvenes no creen en nada y que es deber del profesorado enseñarles algo más aparte de sus respectivas aignaturas. Sin embargo, a la hora de precisar qué valores debemos enseñar, la cosa ya no es tan sencilla.
Estos valores que nos presentan como correctos (confianza, respeto, tolerancia, solidaridad, familia, multiculturalidad, compañerismo, y un largo etc.) aparecen en un limbo de indeterminación que los acaba frivolizando. ¿Recordará en su vida adulta un joven su educación en valores flotantes cuando se enfrente a un problema real que le comprometa como individuo? Si no se va a enseñar a los jóvenes unos fundamentos más profundos en ética (sin la cual no se puede pensar con seriedad en valores), la educación moral que nos intentan vender no sirve para nada. Ante esta propuesta de valores positivos y bienintencionados, hay otros que cada vez ganan más fuerza: egoísmo, enriquecimiento, poder, tradicionalismo, preservación de la identidad nacional, etc. No se puede exigir a nuestros alumnos que sepan distinguir entre aquellas ideas que entrañan un peligro y aquellas que podrían ayudarnos a construir un mundo más humano. ¿Acaso sabemos distinguir entre el bien y el mal? ¿Cómo vamos a enseñar a nuestros hijos y alumnos si nosotros apenas sabemos a qué nos referimos cuando hablamos de educar? En primer lugar, es necesario que seamos nosotros los que nos planteemos en serio esta cuestión e ir más allá de la defensa de lo bien visto convencionalmente en los discursos dominantes de nuestro tiempo.

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