Por lo que se ve, el modelo educativo de Castilla y León no le tiene nada que envidiar al tan elogiado modelo finés ni al obsesivo (y casi enfermizo) modelo surcoreano. Mi antiguo centro, por lo que me informé después de leer el artículo, era de los mejor valorados de toda la comunidad.
La verdad es que no esperaba encontrar una puntuación tan alta para nuestra comunidad y para mi centro, el IES Parquesol. Recuerdo que había algunos profesores muy buenos y que muchos estudiantes teníamos notas bastante altas. Aun así, me preocupa saber que esto se considera un estándar alto; sinceramente, en mi instituto no éramos muy dados a innovaciones de estas que hoy se destilan, sino que confiábamos más en el esfuerzo y una buena dinámica profesor-alumno que se constituía íntegramente sobre las clases magistrales, hoy denostadas por algunos presuntos especialistas. El secreto de la educación no me parece a mí tal: un profesor dedicado, ambiente de trabajo, oferta cultural y esfuerzo individual.
Un asunto con el que disiento de estas políticas que ahora se proponen en nuestra comunidad es la obsesiva fijación que muchos líderes políticos manifiestan hacia el bilingüismo. Algo que me parece bastante contradictorio para un equipo político que demuestra escasa competencia en lenguas extranjeras. Lo que me preocupa es que tras la cáscara burocrática de las propuestas bilingues únicamente se esconde una obsesión: el inglés. No existe otra lengua al parecer de la que parezca merecer la pena ser bilingüe. No tengo nada en contra del inglés como idioma y mucho menos de su rica tradición literaria, pero la manera en que se trata de imponer me parece insultante para las demás lenguas de cultura de nuestro continente. La monomanía que muestran muchos por la enseñanza del inglés es un alarde de ignorancia hacia la propia lengua de cada país y hacia su cultura. En realidad, debajo de la propuesta bilingüe solo se oculta una pretensión de imposición cultural estadounidense y un afán mercantilista de baja estofa. Una enseñanza bilingue real debería acoger muchas más idiomas y no perder de vista la formación en el propio idioma, no creo que haya que avergonzarse de compartir una lengua con 572 millones de hablantes nativos, una por cierto de las más estudiadas en todo el mundo. Pero incluso en caso de que apenas llegasemos a medio millón, mereceríamos una educación en nuestra propia lengua. Huelga decir que conozco muchas personas formadas en centros bilingues que demuestran una escasa competencia en inglés y, lo que es peor, una menor formación curricular en el resto de asignaturas por la necesidad de bajar el nivel y no saber trabajar en la propia lengua. Dicho sea de paso, aquellos que hemos aprendido inglés de manera convencional (asignatura específica, academias y estudio autónomo) solemos adquirir mayor nivel que la mayoría de los alumnos sometidos a este programa curricular.

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