Educación en empatía

Hoy en clase hemos tratado diversas cuestiones relacionadas con los coflictos en el aula. Yo me conozco; sé que ver cómo dos compañeros se ponen la zancadilla el uno al otro (en sentido metafórico y literal) o inlcuso llegan a las manos me conmocionará mucho porque me niego a aceptar que ninguno de mis alumnos trate mal a los demás. Quizá mi primera respuesta sea ponerles en su sitio a base de vozarrones o separar a uno del otro con cada brazo, de ahí que yo sea un firme partidario del profesor musculoso, de alguna manera hay que ganarse su respeto. Por suerte, disponemos de otras herramientas menos autoritarias, como los alumnos mediadores, a los que Pilar les dedicó una entrada (https://creandomentespensantes.blogspot.com/2018/10/prevencion-de-conflictos-alumnos-como.html). Aunque resulta complicado, creo que es muy necesario que todos los compañeros participen como garantes de una buena convivencia o, al menos, que esta se halle libre de conflictos; nuestro objetivo debería consistir en impedir que existan meros espectadores o, todavía peor, cómplices del abusón, si hablamos de acoso.

Pese a lo dicho, como se suele decir, es mejor prevenir que curar. Esta es la razón por la que considero que uno de nuestros deberes como educadores, no ya solo como especialistas en nuestras correspondientes y maravillosas disciplinas, reside en enseñar empatía a nuestros estudiantes. Personalmente, no me he topado con una forma más solvente de educar en empatía que el teatro. Desde luego, es un fenómeno extraño:

En verdad que es monstruoso que ese cómico
por puro fingimiento y soñando una pasión
pueda forzar su ánima a su gusto
de modo que pueda hacer que su rostro palidezca,
poner lágrimas en sus ojos, locura en su aspecto,
la voz rota, adaptando su naturaleza toda
a su aspecto exterior. ¿Y todo por qué?

Así se lo pregunta Hamlet y con toda la razón, ¿qué necesidad hay de fingir lo que uno no es? Una de
las posibles respuestas es esa facultad de las que nos dota el teatro para ponernos en el lugar del otro hasta las últimas consecuencias. No se trata simplemente de preguntarse acerca de cómo se sentirá aquella persona, sino de convertirse en ella. Resulta inquietante hallar esta terrible simetría, pues la propia palabra, persona, tiene una peligrosa etimología: 'máscara'. Parece que al final siempre estamos haciendo teatro, dejándonos poseer por Dionsiso, el dios de lo ajeno y de aquello extranjero a nuestra percepción; después de todo, el nacimiento de la tragedia deriva de las celebraciones consagradas a esta miteriosa deidad.

Sin duda, la práctica del teatro ayudaría a nuestros chicos a adquirir una verdadera capacidad de empatía. Y no teman, existen miles de obras distintas, divertidas y tristes, cercanas y lejanas, capaces de enseñar a los alumnos a entender a los demás entre risas y llantos.

Comentarios

  1. Interesante esto que dices. El teatro puede servir para muchas cosas y estaría bien que se le diera más visibilidad en el instituto en vez de quedar en una mera optativa de la que casi nunca se habla.
    Y con lo de profesor musculado, muy acertada la imagen de Logan jajajaja (que viva la Patrulla X siempre)

    ResponderEliminar
  2. Gracias por tu comentario, Rocío. Es muy necesario ponerse en el lugar del otro y entrar en contacto con la cultura de una forma dinámica. Respecto a lo otro, no hay duda de que Lobezno se ganaría el respeto de sus alumnos sin sacar las garras jajaja, todo un inlfuencer para el profesorado.

    ResponderEliminar

Publicar un comentario